Minuta Agropecuaria/Octubre 2020
Productores agrícolas están más esperanzados en los rendimientos de la cosecha de arroz que en los del maíz blanco y amarillo que, a duras penas, pudieron sembrar en el ciclo invierno 2020, en medio de un año marcado por la pandemia del covid19 y las deficiencias que se han ido agravando con el pasar de los días.
El clima, de lluvias escasas y tardías en importantes zonas agrícolas de estados como Portuguesa -que actualmente aporta la mayor cantidad de cereales que se produce en Venezuela-, favoreció al cultivo de arroz con más horas luz de las previstas, pero perjudicó al de maíz blanco y amarillo, con una fuerte sequía.
¿La razón? El arroz no depende de las lluvias porque dispone de sistemas de riego dentro de las fincas o unidades de producción, a diferencia del maíz que está sujeto al comportamiento de las lluvias, necesitándola en cantidades suficientes para estimular su desarrollo.
José Luis Pérez, presidente de la Asociación de Asociaciones de Productores de Arroz (Fevearroz), señaló que en Portuguesa la siembra de este rubro cayó a aproximadamente 30.000 hectáreas, pero a pesar de que la superficie es inferior a la alcanzada en la misma época del año pasado, los rendimientos promedios podrían ser superiores.
“En el 2019 tuvimos rendimientos promedios de 3.700 kilos de arroz por hectárea pero este año esperamos que podamos superar los 4.000 kilos por ha. Todo depende de lo que suceda en los próximos meses, porque apenas estamos comenzando la cosecha”, dijo.
La cosecha de arroz abarcará el último trimestre de este año, porque su siembra fue escalonada. Así como ahorita hay productores que están cosechando, la mayor cantidad de superficie todavía no ha llegado a esta última etapa, enfrentándose a ataques de insectos vaneadores que si no se controlan a tiempo, podrían afectar la productividad del cultivo.
Pérez indicó que la preocupación ahora es conseguir suficiente gasolina para que los agricultores se movilicen a sus fincas a aplicar los insecticidas sistémicos, para el cual es determinante las fumigaciones aéreas que se puedan realizar a través de las empresas que prestan este servicio, cuya operatividad también depende del combustible que adquieran en tiempos de escasez.
La caída de los rendimientos del maíz blanco y amarillo estará entre un 10% y un 30%, por efecto de la sequía que golpeó a los principales ejes productivos durante los primeros 30 y 40 días del inicio del ciclo invierno, la baja calidad de los agroquímicos, el desabastecimiento de gasolina y las limitaciones financieras por la ausencia de créditos bancarios.
Eduardo Sánchez, directivo de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios (Fedeagro), no se atreve a asomar una cifra estimada de rendimientos de maíz por hectárea, argumentando que la cosecha apenas está comenzando. Sin embargo, no cree que se alejen mucho de los aproximadamente 3.500 kilos por ha que se recogieron en promedio el año pasado.
“Todos los años se hace el mayor esfuerzo para producir (…) basándonos en la escasez de lluvias, puede ser que los primeros maíces que se cosechen no tengan los mejores rendimientos y los que se cultivaron en junio y julio quizás mejoren un poco, aunque históricamente no nos ha ido muy bien con los maíces que se siembran en julio”, afirmó.
La superficie nacional de maíz de este año, rondará las 150.000 hectáreas, una disminución de aproximadamente 32 % con respecto a las 220.000 ha sembradas en el 2019. Tanto en este rubro como en el arroz, la producción que resulte de la siembra será insuficiente para abastecer las cada vez más pronunciadas necesidades de consumo interno.
Sánchez manifestó su preocupación por las repercusiones que tendrá la disminución de la producción de maíz sobre los venezolanos, que requieren mayor cantidad y calidad de alimentos, para contrarrestar los efectos de la pandemia.